"Desde muy niña mi ilusión siempre había sido tener un caballo, cuando tenía cerca uno mi cara irradiaba felicidad, les veía tan impresionantes!! Pero pasó el tiempo y esa ilusión al igual que la niñez pasó. No fue hasta que cumplí los 38 años cuando ese sueño se convirtió en realidad, me regalaron un caballo, mi niño, mi Winston. Yo sentí mucho miedo, desconocía su mundo por completo, pero el abrió mis ojos y lo mas importante, mi corazón. Con el descubrí realmente como sienten estos bellos seres, el me decía como quería vivir, no con palabras, pero si con hechos, el quería libertad, estar con otros de su especie, de mi solo quería sus chuches y si tenía un buen día hasta me dejaba cepillarle, yo pasaba horas sentada en el prado viendo como se relacionaba con otros caballos, era tan bonito. Le monté unas cinco veces en los dos años que convivimos y el cada vez se revolvía mas, me dejaba claro que eso no le gustaba, así que le escuché y no volví a hacerlo. Pasó el tiempo y cada vez amaba mas a mi niño, como cariñosamente le recuerdo, hasta alquilé una gran montaña por él para que pasara el invierno con menos frío, siempre acompañado por otro de su especie, mi única obsesión era que él se sintiera caballo, algo que creo nunca antes había sentido, ya que a los caballos o se les utiliza o entonces ¿para que tenerlo?


Winston murió un 12 de diciembre...

Nunca antes me había impresionado tanto una muerte, pero ver a mi pobre niño caído en la ladera de una montaña y en parte comido por los buitres, mis gritos se oyeron varios kilómetros a la redonda y la impresión me hizo caer en un agujero muy negro.
Cuando Winston marchó, en mi vida ya estaban Ula, ella fue otro regalo y Bart, un potro de apenas 6 meses al que iban a dejar en el campo para que se lo comiesen los buitres, por su desnutrición y una hernia umbilical que le hubiera matado si no hubiese caído en nuestras manos, al poco llegó Bartola con una infección impresionante en su cruz que casi la mata y así muchísimos mas, hasta casi 60 equinos, además de otros animales que han ido llenando mas nuestro corazón si cabe. Ellos son mi salvación y desde el Santuario procuramos a día de hoy corresponderles dándoles la vida que merecen, aquí lo único que les exigimos, es que sean caballos libres, aunque para ello ya no estoy sola, ya que gracias a los años de trabajo, se nos han unido mas personas afines y todos unidos alzamos nuestra voz para que los humanos conozcan realmente como son, viven y sienten estos animales que tanto nos han ayudado."

- María Dolores Pérez Molina, Fundadora y presidenta del santuario -

 

La junta directiva ( Mariana Macias, Josema Pérez, Rosa Suarez y Dolo Pérez).

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